Día agradable, al final se puso presagiando agua pero a estas horas aún no ha descargado. Después de marujeos caseros, me dedico a subir por fin la Revista a la red y a las siete me voy a la Librería Alberti.
Presenta Joan Margarit su libro Se pierde la señal, en Visor.
Cuando llego, Miguel me dice que baje, vaya a ser que no haya sitio. Pero remoloneo, me pierdo entre libros, saludo a Lola Larumbe, me quedo mirando algunos títulos y, al final, además del de Margarit, compro dos que hace tiempo que quería; Antagonía de Goytisolo, y La librería encantada, de Morley, del que leí el anterior y me encantó; éste es la continuación.
Se ríe Lola porque ayer me llegó el pedido y hoy compro más: “Es lo que tiene venir, que es una tentación”. Le digo.
Bajo a la “cueva” donde se hacen los actos, encuentro una silla libre e incluso me ayudan los asistentes al acto a dejar los libros, el bastón, la chaqueta…la Alberti parece siempre un cónclave de libertarios clandestinos y cómplices.
Margarit bromea con el micrófono y su voz y si se oye o no. Luego empieza sin más, nos cuenta que este libro son “tres trenzas que se relacionan”, biografía, geografía e intimidad. Nos dice que para él escribir un poema es decir algo que nos pertenezca a todos, que podamos hacerlo nuestro. Es decir, pienso, que supere la anécdota individual, para ser genérica.
Y después…
Después se hace el silencio, y con una voz despaciosa, lenta, que viene de lejos, de las raíces de todos, nos lee. No es que lea sus poemas, sino que nos lee a nosotros en sus escritos.
Y nos conmueve. Nos fideliza a ese lirismo de la ternura, de las cosas pequeñas, de la raíz antigua que nos nombra.
Lee en castellano y en catalán, nos encanta, y se nota, cuando usa la lengua de Verdaguer. A mí en particular me emociona, en dos poemas en concreto noto algo muy parecido a la sal en los ojos. En el coloquio alguien le pide que lea en catalán “ Dignitat”. Cuando acaba hay un aplauso cerrado.
Voy a que me firme el ejemplar. Le digo la verdad: que le leo hace más de quince años, que me ha emocionado escucharlo en directo. Le digo mi nombre; “no es el del dni”, añado, se sonríe, me hace una dedicatoria preciosa, nos damos un beso.
Después coincido con Luis Miguel García Moreno, médico y lector atento por lo que me dice; no nos conocíamos y hay un rato de charla muy agradable, le hablo de la librería Blanquerna y se interesa por sus libros y exposiciones.
Al poquito me despido y salgo. Siguen las nubes: lloverá sin duda, pero ya no importa.
Precioso relato de un dia agradable.
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Joan Margarit, emocionante siempre, siempre maestro desde la sabiduría y la complicidad, nunca desde la prepotencia.
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Bella, bellísima crónica, Alena!
Gracias…
(Creo que Margarit consigue con sus palabras exactamente lo que pretende…)
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