No me hubiera acercado a la literatura de Javier Cercas y su libro El Monarca de las sombras, si no hubiera sido por dos cosas que me produjeron curiosidad. La primera unas declaraciones suyas de hace semanas en las que venía a decir que si no estaba ya claro que él no es “equidistante”. A mí esto de la equidistancia me da mucho reparo, por no decir grima y que un escritor saliera con la tecla de alzar la banderola de que él no lo es, me sonó a una especie de botafumeiro alzado para que nos diéramos cuenta todos de lo bien que tomaba partido, por diox. A mí me pasa que estas cosas, cuando las leo siempre me pillan pensando en el por qué le importara tanto a quien las larga que queden claras; me suena a una especie de “Mirad, mirad, para que veáis, lo que he hecho”.
El segundo motivo fue una charla muy inteligente que mantuvieron en redes y en la que aporté alguna cosa que pensaba sobre el tema; los de la charla eran Alex Chico y Manuel Moya entre otros. Venían a discutir principalmente esta novela como hecho estético; o sea como valor o no literario, sin entrar mucho en el tema político.
El caso es que a cuenta de todo eso, se me ocurrió comentar que yo había intentado leer dos libros suyos y que en ambos me había aburrido. Al seguir el coloquio y cruzarse las declaraciones de Cercas me picó la curiosidad y compré el libro en e-book.
Bueno pues no he sido capaz de avanzar más de un treinta y cinco por ciento en la cosa.
Resulta que Cercas tiene un familiar falangista que murió en la guerra incivil y que en su casa hay un retrato del susodicho. Como en muchas otras, añado. Y resulta que Cercas quiere acercarse-dice- a los motivos de la decisión de este chavalito por hacerse de Falange y liarse a tiros, y etc.
El problema no es el asunto. El problema es cómo lo cuenta Cercas. Es decir; uno puede partir de una anécdota real e incluso contarla semi biográficamente y llegar a los lectores porque de la historia se desprende por así decir una historia que muchos pudimos haber vivido, o pudieron contarnos. Y aquí no. Aquí lo que nos cuenta Cercas, desdoblándose- mal- en un narrador que ya sabemos que es él por mucho que use la tercera persona para dirigirse a sí mismo, es que a su pobrecito Ausente lo mataron y que qué dolor y qué pena. Pues bueno. Es decir, para ser exacta: que a mí leer novela o historias seminoveladas sobre la guerra incivil me puede interesar, pero la familia de Cercas en concreto me trae al fresco. Y Cercas no consigue traspasar ese nivel que va de lo anecdótico a lo general. Durante el tiempo que he estado intentando avanzar en la lectura no hacía más que preguntarme cuál es el verdadero interés de Cercas en la literatura: novelar o contarnos la vida de su familia. No hay literatura en este libro, no hay estética narrativa, no hay “vuelo”.
Yo no encuentro aquí literatura, encuentro un deseo de narrarse a sí mismo. Y me aburro. Por eso es un libro inacabado. Y añado que el último intento que hago por leer a este no sé si “equidistante”, pero desde luego propagandista de sí mismo.