Bolsas de Verano.

            Ando leyendo la biografía de Luís Cernuda y pensando si llevármela o no a la Sierra; al final haré lo de siempre; decidiré que no, que ni hablar y el día que me vaya la meteré en la bolsa en arrebato de última hora. Terminaré con una bolsa enorme, más llena de lo normal y con sentimiento de culpa porque “yo no quería llevar tanto”.

Si solo fuera eso…la bolsa de libros…

Pero ando comprando zapatos y claro, además de los puestos, que no va a ir una descalza, me los llevo, que me los están arreglando. Dirán ustedes que cómo siendo nuevos hay que arreglarlos; pues sencillamente porque hay que ponerles un alza para que yo pueda andar con donosura. Bien, eso hace dos pares, el puesto y de recambio. Pero, además, tengo intención de comprar otro par hace montón de tiempo, y parece que es el momento, y claro, esos no me los llevo, sino que los dejo en arreglo. Con lo que otra bolsa para el par de zapatos.

Y sigo, porque una va y tiene la costumbre de comer. Y hace unos días hizo la compra mensual en esos almacenes que nadie cita porque son publicidad encubierta. Y naturalmente que en Torrelaguna hay supermercado, pero miren ustedes, si ya tengo la compra hecha no veo la necesidad de gastarme más dinero haciendo otra compra allí que además tengo que arrear yo con los paquetitos hasta casa. Así que, efectivamente, otra bolsa para comida.

Por otra parte, hace calor. Y la última vez que fui a Torrelaguna no hacía calor. Me explico: quiero decir que allí tengo ropa de entretiempo, pero no de verano… Efectivamente, aciertan: otra bolsa para ropita.

Así que estoy entre fantasmas de bolsas, miren por donde, y pensando en cómo repetimos la manera de ser los hijos de nuestros padres. Porque mi Madre cuando íbamos a la Casa de Villamanrique, empezaba a meter bolsas en el coche bajo la mirada resignada de mi Padre (que luego, todo hay que decirlo, preguntaba si iba “su camisa”…así que mejor estaba calladito…) y yo hago más o menos lo mismo, bajo la también resignada mirada de quien me lleva.

Pienso si me viera ahora la sonrisa de “a la vejez, viruelas” que pondría, mi Madre, digo, al contemplarme metiendo “los filetes de ternera, bien envueltos”, como tantos años hizo ella…

Y me siento –ustedes me entenderán- acompañada en mi mete y saca.

 

 

Acerca de alenar

Alena Collar. Periodista. Escritora. Madrileña.
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2 respuestas a Bolsas de Verano.

  1. tersat dijo:

    Uff, mareos me da imaginar ese equipaje! Es, para mi, lo malo de viajar: pensar en qué, hacer el cómo, encajar todo y mirar alrededor y, marearme…y lo peor es volver porque ahí aunque ya no hay que pensar el qué, hay que hacer el rompecabezas y tratar de meter todo en un espacio que no parece el mismo.
    Sí, Alena, según va pasando el vivir, va sintiendo uno «la compañía» de esos seres que, por ventura, se van convirtiendo en uno.

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  2. Acaso el tiempo, incluso la distancia, nos hace más parecidos a quienes nos precedieron. Y sin darnos cuenta, por algo bastante misterioso, como si nos lo hubieran injertado en el alma, repetimos gestos, manías, tics, hasta aquello que tanto criticamos o tanto nos sonrojó.
    Claro que te entiendo.
    Yo por no preparar no me muevo. Y cuando me dicen que me tengo que mover, se me para el ánimo.
    Pero tendré que hacerlo.

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