La Voz Propia de Flavia Company: » por mis muertos».

Tengo que pedir disculpas a quienes leen este blog porque la reseña de este libro no es una reseña.

Es la escritura apresurada de alguien-yo- que ha disfrutado como no se pueden ustedes imaginar con el genial, distinto, diferente, imaginativo y además de interesantísimo, entretenidísimo libro de Flavia Company, Por mis muertos.

Miren ustedes, esto va de relatos, pues sí. Pero resulta que esos relatos desarrollan una travesía a través de tres bloques (lo juro, in memoriam, herencia y elección) a cual mejor.

Estos relatos nos acercan lo distinto, lo onírico, lo ensoñado, lo real visto de otro modo, lo cotidiano que deja de serlo, con una originalidad que dan ganas de aplaudir y quitarse el sombrero y gritar bravo y olé. Y no conozco a Flavia Company, pero escribe para dar envidia, carajo.

Ustedes perdonen. Miren hay relatos como –cito alguno porque los citaría todos- número cincuenta y cinco, que nos acercan de un divertidísimo modo, casi bufonesco a la burocracia ( con dos erres), o como qué habrá sido de Moya que dan una bofetada a tanta ruindad en las escuelas sobre los críos desprotegidos, o un pésame ideal, que tienen una ironía encubierta sobre las malsanas relaciones familiares que recuerdan el tono cínico de Gerald Durrel, o todos tenemos historias que terminar, que es una joya de la imaginación onírica, de la ternura y de la sensibilidad, rescatando ese barco que vive en un cuadro.

Estos cuentos tienen estirpe. Son de la estirpe de Martín Gaite, o  de Ana María Matute por ejemplo, en Paraiso Inhabitado, remiten a la memoria, a los secretos compartidos o desvelados, a las zonas ocultas que al final salen a la luz para pedirnos que las citemos. Y Company las nombra, las cita, “por sus muertos” si se me permite la expresión; en realidad por todos nosotros, porque vivir es ir entrando en esos lugares donde aún hay espacio para el aire que respiramos.

Un lenguaje que apela al lector, que lo hace cómplice, con una naturalidad expresiva acompañada de un estilo en el que ni sobra ni falta, brillante, pero brillante porque es límpido, sin barreras, una cercanía conseguida a través de la voz casi siempre en primera persona; apelativa, sin rodeos, de frase directa, poniendo en situación-en teoría- al lector y luego llevándole a través de giros ambientales o focalizaciones sobre tema o personaje adonde le da la gana; al núcleo de lo que quiere contar. Una voz propia: personal, intransferible. Sin ninguna necesidad de preguntarse a sí misma si escribe o no “al uso de la narrativa en el cuento”.

Flavia Company ha escrito un libro sencillamente genial.

Léanlo.

Acerca de alenar

Alena Collar. Periodista. Escritora. Madrileña.
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